Juan Compite
"Juan Compite" tenía más de diez años
dedicándose con éxito a la venta de verduras. Su negocio era muy parecido al de otras personas que
se dedicaban a lo mismo, tanto que era difícil encontrar diferencias entre los
distintos puestos que ofrecían los vegetales a los clientes que acudían al
mercado a hacer sus compras.
Sin embargo, en los últimos meses Juan se empezó a
alarmar porque estaba vendiendo menos que antes y naturalmente, el negocio
comenzaba a ser cada vez
menos atractivo. No le consolaba el hecho de que los compañeros de los otros
puestos estuvieran teniendo los mismos problemas, pues eso no ayudaba en nada a
mejorar la situación.
No fue difícil descubrir que la principal razón de la
disminución de clientes era la reciente apertura de un supermercado de la
cadena "Almacenes Enorme" al que la gente empezaba a acudir, pues esa
cadena tenía fama de vender muy barato.
Juan sabía que algo diferente tenía que hacer si quería
continuar en el negocio de la venta de verduras, pero no sabía exactamente qué.
Lo primero que hizo fue estudiar la posibilidad de bajar
sus precios para vender las verduras al mismo precio de su nueva competencia,
pero no tardó mucho en darse cuenta de que por ese camino no había futuro, pues
sus precios apenas le permitían cubrir sus gastos y sobrevivir. Por otro lado,
debido a su gran potencial económico, "Almacenes Enorme" siempre que
lo quisiera podría reducir aún más sus precios, haciendo ofertas muy
atractivas, ya que gracias a las grandes cantidades de vegetales que adquiría,
conseguía precios muy bajos. Aún más, esta gran compañía podría darse el lujo
hasta de perder un poco con tal de quitarse a los pequeños y molestos
competidores. Era claro entonces: el camino no era reducir los precios.
No obstante, Juan conservaba aún algunos buenos clientes,
que fueron la clave de su decisión, pues
cuando comentó con su esposa lo preocupado que estaba por la difícil situación
que estaba pasando, ella le preguntó por qué esos clientes que conservaba
compraban las verduras en su negocio y no en
"Almacenes Enorme".
Entonces, Juan cayó en la cuenta de que únicamente estaba
pensando qué hacer para estar en el mismo nivel de sus competidores, fijándose
sólo en lo que ellos hacían o dejaban de hacer
y olvidándose por completo de lo que sus clientes esperaban.
Así pues, luego de estas reflexiones empezó a ver claro y
partiendo de que el éxito de su negocio depende, a final de cuentas, de lo que
le vende a sus clientes, tomó la decisión de tomarlos como la base para hacer
los cambios que su negocio necesitaba.
De esta manera, platicando con sus clientes más fieles,
Juan comprendió que esos clientes seguían comprando las verduras en su puesto
porque eran de mejor calidad que las de "Almacenes Enorme", cosa que
no era para menos, porque él personalmente siempre se preocupaba de escoger lo
mejor. Además a esos clientes les gustaba mucho que Juan los atendiera bien
procurando siempre recomendarles lo más fresco y lo más apegado a lo que ellos
esperaban.
Los clientes que lo conocían bien y que estaban a gusto
con Juan compraban estos productos en "Almacenes Enorme", pero las
verduras continuaban comprándolas con él. Ciertamente eso era algo positivo, pero la cantidad de
"clientes conocedores" no era lo suficientemente grande para que el negocio fuera atractivo, y
habría que preocuparse, entonces, porque los clientes ocasionales lo conocieran
bien y tuvieran muy presente que les convenía comprar en el puesto de Juan.
Para conseguirlo Juan empezó a presentarse con cada nuevo
cliente, dándoles una atención muy esmerada, comentándoles de su negocio,
preguntándoles por la familia, y enseñándoles a escoger bien las verduras para
asegurarse de lo más importante: que se lleven lo que realmente esperaban.
Junto con esto, Juan se esforzó por memorizar los nombres de los nuevos
clientes y algunos otros detalles de su plática, de modo que cuando regresaban,
al ser llamados por su nombre se sentían importantes y especiales.
Juan había encontrado una manera de hacer nuevos clientes
y asegurar que la venta de verdura siga siendo un buen negocio. Pero no
conforme con ello, buscó darle un nuevo atractivo a sus clientes, para que
encontraran más razones para comprar sus verduras con él.
La nueva medida fue sencilla: muchos de sus clientes
preferían comprar su "mandado" lo más temprano que podían y, dado que
"Almacenes Enorme" habría a las ocho de la mañana, Juan decidió abrir
a las siete, adaptándose a los deseos y necesidades de sus clientes.
Naturalmente sigue existiendo la competencia de
"Almacenes Enorme", pero el
negocio de Juan es cada día un mejor negocio, pues sus clientes antiguos cada
vez están más convencidos de que les conviene comprar con Juan y los nuevos
clientes ya son también "repetitivos".
En muy poco tiempo, platicando con sus clientes nuevos y antiguos, Juan aprendió que la gente
lo buscaba porque no encontraba en los grandes supermercados el excelente
servicio que él les daba. Así Juan tenía seguros a sus clientes, pues a pesar
de las ofertas de la competencia, sabían que con él la calidad y el servicio
eran insuperables.
Juan Compite supo entonces, por experiencia propia, que
conviene siempre tener presente y sobre todo practicar, el famoso lema ".
. . el cliente es primero”.
Para Recordar
La historia de "Juan
Compite" es sólo un caso entre miles que nos puede ayudar a descubrir
algunos aspectos importantísimos relacionados con la competitividad. La
historia podría ser diferente, tal vez como la suya propia, pero los principios
son los mismos. Así pues, recuerde:
* Tal vez hace algunos años era menos
difícil hacer buenos negocios, porque la gente tenía pocas opciones, es decir,
los precios eran parecidos, la calidad la misma, el servicio igual, etc.
* Ante una nueva situación de
competencia como la que actualmente vivimos es preciso cambiar las prácticas
que antes funcionaron pero que ahora no funcionan más. No basta estar dentro
de la competencia sino ser competitivos.
* Para lograr ser competitivos lo que
mejor funciona es centrar la atención en los clientes más que en los
competidores.
* Centrar la atención en los clientes
es el primer paso para tener éxito en la competencia, pues sólo de esa manera
podemos darles lo que buscan y que otros no pueden ofrecerles.
Para la Reflexión
Como ve, son muy importantes los conceptos que estuvieron
en juego en la historia de "Juan Compite" pero, afortunadamente, son
pocos y muy sencillos. Sin embargo, el conocimiento teórico no hará que su
propia empresa sea más competitiva.
Le recomendamos que reflexione acerca de su propia
situación a la luz de los conceptos expuestos. Este será un buen paso en el camino de la competitividad.
1. ¿Encuentra alguna semejanza
entre la historia de "Juan Compite" y la suya propia?
2. ¿Es más difícil ahora que
antes hacer buenos negocios?
¿Por qué?
3. ¿Cuáles son los principales
problemas que tiene con su competencia?
4. ¿En qué aspectos es
parecido a su competencia?
5. ¿En qué aspectos es
diferente de su competencia?
6. ¿Para conservar a sus
clientes y conseguir nuevos en qué centra sus esfuerzos: en ganarle a la
competencia o en satisfacer mejor a sus clientes?
7. ¿Sabe realmente lo que sus
clientes desean y esperan?
¿Cómo es que lo sabe?
8. ¿Ha hecho algo para mejorar
su competitividad basado en ideas
que le den sus clientes?
Las Puertas que se Cierran
El señor González es dueño de una fábrica de puertas
residenciales que vende en todo
el país a través de diferentes distribuidores.
Desde 1987 sus ventas empezaron a aumentar de manera
constante, al grado en que empezó a tener problemas para surtir los pedidos que
hacían sus distribuidores y, naturalmente, el incumplimiento dio lugar a
quejas, cada vez más serias y preocupantes. Y no había dudas acerca de lo
fundamentadas que estaban las quejas pues no sólo venían de los eternos
inconformes a los que nunca se les da gusto, sino también de los respetados
compadres que no buscaban
molestar, sino únicamente decir la verdad.
Entonces decidió hacer algo para remediar la situación y
pensó que lo mejor que podía hacer era adquirir nueva maquinaria y equipo que
hiciera más fácil y rápida la producción de puertas... y así lo hizo. Con esto
estaba seguro que iba a mejorar lo que él consideraba como su principal
problema: la baja "capacidad de producción".
Por anticipado se sentía feliz, pues ya veía que sus
compadres no tendrían más quejas de sus puertas y que los demás distribuidores
también lo dejarían tranquilo. Tan seguro estaba del éxito, que al quedar
instalada la nueva maquinaria decidió tomarse unas buenas vacaciones.
Después de un mes se encontró con una gran sorpresa: la
producción de puertas no había
aumentado y las quejas crecían a un ritmo desproporcionado.
Alarmado por la situación, el Sr. González reunió
urgentemente a su gente más importante: los gerentes de Ventas, de Producción,
y de Finanzas y como cada uno tenía su propio punto de vista acerca del
problema y no lograban llegar a un acuerdo respecto de cuál debía ser la solución,
tomaron la decisión de recurrir a la ayuda de un experto que estuviera en
condiciones de ver con mayor claridad y objetividad el problema. Así, el
Gerente de
Producción propuso la contratación de un experto en Calidad Total,
pues comentó que tenía un amigo a quien había contratado alguna vez para
resolver problemas de distribución en una empresa de azulejos, con muy buenos
resultados. Se aceptó la propuesta y rápidamente se dieron a la tarea de
localizar esa persona para contratarla de inmediato.
Sin demora, el Ing. Salas, que era el experto en Calidad
Total, se dio a la tarea de iniciar un programa de mejoramiento, y empezó con el área
de producción, dado que el responsable de esa área era la persona que la había
recomendado, además de que los otros gerentes creían que precisamente allí
estaba el principal cuello de botella.
...Y echó a andar la rueda de la Calidad Total... y
pronto cayeron en la cuenta de que el problema no sólo era del área de
producción sino que lo que se hacía en una área repercutía en las demás y que,
por tanto, el resultado final era responsabilidad de todos.
Y lo más importante que aprendieron fue que ellos mismos
tenían las soluciones y que no las habían aplicado sólo porque no se habían
decidido a abordar los problemas de esta manera: Analizando juntos cuáles eran
los principales problemas en los productos, averiguando cuáles eran las
responsabilidades de cada área, diciendo cuáles eran los problemas que les daban las otras áreas, comentando cada
semana los resultados que estaban consiguiendo al aplicar las mejoras sugeridas
entre todos, etc.
De esta manera, la producción de puertas, después de sólo
tres semanas, subió de 32 a 42 %. La Calidad había entrado por la puerta grande
de la fábrica del Sr. González y su "magia" empezaba ya a surtir
efecto.
Muy ufano el Sr. González, después de un tiempo razonable
para que sus compadres notaran el cambio, se decidió a pedir la opinión de Don
Rodrigo Flores, el padrino de su hijo mayor, y para su sorpresa, recibió una
nueva reprimenda, pero no por las mismas razones que antes, sino porque el
compadre al ver la buena calidad de las nuevas puertas se preguntaba por qué no
eran antes así. Así pues, al darse cuenta su compadre que podía contar con esa clase de puertas, no volvería
a aceptar una calidad menor y, quién sabe si en broma o en serio, lo amenazó
con privarlo de las veladas de dominó, que tan placenteras le resultaban, si la
calidad disminuía. Las quejas de los demás clientes también habían desaparecido
casi por completo... ya habían notado las mejoras no sólo en las entregas a
tiempo de las puertas pedidas, sino también en la calidad.
Animado por los excelentes resultados se tuvo la
confianza para revivir aquel proyecto que un tiempo atrás le había propuesto un
amigo suyo y que le parecía un sueño: ¡EXPORTAR! Ahora era una realidad al
alcance de la mano.
Y así, el Sr. González puso manos a la obra y lo primero
que hizo fue platicar con sus gerentes y empleados de la nueva sociedad que se
formaba para exportar sus puertas a los Estados Unidos y al Canadá,
felicitarlos porque gracias a ellos, ésto estaba siendo posible y pedirles
nuevos esfuerzos para tener éxito en la aventura que se iniciaba.
Naturalmente todos estaban felices por sentirse parte de
los logros alcanzados y, ante la nueva situación, se imaginaban mejores
condiciones de trabajo, mejores sueldos. En suma, esperaban que sus esfuerzos
fueran finalmente premiados.
Y efectivamente, todo parecía indicar que así sucedería,
pues el Sr. González recordaba lo que el Ing. Salas decía de la importancia que
tenía el reconocer, con hechos, los logros alcanzados por los trabajadores.
Así, la fábrica se remozó seguramente vendrían clientes extranjeros a
conocerla; los trabajadores
estrenaron los uniformes y zapatos que hacía mucho tiempo debían haber sido
renovados; algunos trabajadores recibieron incentivos por manejar varias
máquinas. Pero eso fue todo.
Ahora había mucho trabajo y muchas ventas, pero no
ocurría aquello que esperaban los trabajadores y los gerentes: los sueldos eran
los mismos, el reconocimiento no crecía, las condiciones eran las mismas. ¿Qué
caso tenía, entonces, que se fabricaran y se vendieran más puertas si todo el
esfuerzo había servido sólo para hacer más y mejores puertas, pero no para
hacer mejores sus vidas?
Claro, antes comprendían que los sueldos no podían
aumentar porque no había de donde echar mano. Pero ahora francamente no podían
entenderlo. ¿Cómo era posible que otras empresas menos exitosas ofrecieran
mejores salarios que los que ellos obtenían?
Los trabajadores sólo veían pasar las ganancias y
empezaron a ver que "...Los nuevos uniformes y las paredes pintadas era
como si nos dieran atole con el dedo", como dijo uno de ellos.
También los gerentes estaban inconformes y, puesto que no
se sentían justamente tratados, empezaron a renunciar. Después de todo, lo que
habían aprendido podía ser mejor valorado en otras empresas que seguramente,
los contratarían. Hubo quienes gracias a lo aprendido, decidieron abrir sus
propios negocios.
Los obreros también prefirieron buscar nuevos empleos,
aunque empezaran ganando menos, pero donde tuvieran la certeza de que su
esfuerzo sería reconocido y pudieran crecer, cuando menos donde no se sintieran
usados.
En estas nuevas circunstancias, los incumplimientos empezaron
de nuevo, la calidad bajó otra vez, naturalmente, las quejas llovieron y los
contratos para exportación fueron cancelados. Y es que ya no estaban a cargo
aquellos que sabían hacer las cosas y los nuevos tardaban mucho en aprender.
La fábrica del Sr. González estaba peor que antes. Las puertas que con tanta dificultad
se habían abierto, bruscamente se cerraron.
Para recordar
"LAS PUERTAS QUE SE CIERRAN" es un caso que nos
advierte que no hay soluciones a medias. Si Ud. ha oído hablar de la Calidad Total y
tiene la corazonada de que le puede servir, no se equivoca; pero debe tener en
cuenta que correr la aventura de la Calidad Total no es una cosa simple y que exige
una gran decisión y seriedad. Por ello, le conviene recordar que...
*La Calidad Total puede producir
excelentes resultados si se le aborda de
una manera sistemática e integral.
*Los problemas de
una empresa nunca son responsabilidad exclusiva de un área o un departamento
sino de toda la empresa y todos pueden contribuir a su solución.
*La mayoría de las veces es posible
conseguir mejoras importantes con los propios recursos de cada empresa, si se
les da 1 a
posibilidad de participar activamente (pensando, imaginando, proponiendo,
experimentando.....)
*No existe ninguna posibilidad de que la Calidad Total
produzca resultados consistentes y duraderos. si no se asegura que los
recursos humanos involucrados participen justamente de los beneficios obtenidos
con las mejoras logradas.
Para la Reflexión
Dice el sabio refrán popular: "Cuando veas las
barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar", el caso de las
"Puertas que se cierran" no pretende poner en evidencia a nadie sino
ilustrar simplemente lo que podría pasar si se descuidan algunos aspectos
clave.
Valdría la pena, entonces, que reflexionara acerca de lo
siguiente:
1.- ¿Ha tenido problemas parecidos a los del Sr.
González?, por ejemplo: ¿Quejas por retrasos, incumplimientos, baja calidad?
2.-Exactamente ¿En qué consisten sus principales
problemas?
3.-Cuando los problemas tienen que ver con "falta de
capacidad de producción" ¿Responsabiliza por completo al personal de
producción? o ¿Invita a los encargados de los demás departamentos a analizar la
parte que cada uno de ellos juega en esos problemas?
4.- ¿Conoce bien a sus empleados? ¿Sabe cuáles son sus
expectativas y sus aspiraciones y, en suma, sus valores? ¿Sabe cómo lo hace la
mayoría, basado en supuestos y en prácticas comunes?
5.- ¿Hace participar a sus empleados en la solución de
los problemas? ¿Escucha y pone en práctica
algunas de sus sugerencias e ideas? o ¿La participación de los trabajadores se
limita a ejecutar sus decisiones?
6.- ¿Sus empleados se benefician personalmente cuando
gracias a su esfuerzo y sus ideas se consiguen mayores ganancias? ¿Existen
razones reales y concretas para que sus trabajadores tengan ganas de dar lo
mejor de sí mismos? ¿Es congruente pedirles a los trabajadores "que se
pongan la camiseta?
Ideas Recién Horneadas
Bien sabía Doña Flor que no podría vivir de recuerdos...
y sólo recuerdos quedarían si no hacía algo muy pronto. "La flor de
Colima", la tan respetada y famosa panadería de la colonia estaba ya
padeciendo los embates de eso que los entendidos llaman "la economía del
libre mercado".
Doña Flor estaba consciente que en estos tiempos ya no
era suficiente estar seguros de que el pan y la repostería de la "La Flor de Colima" eran los
mejores del rumbo; no bastaba la gran tradición familiar en el sabroso oficio
de hacer pan; tampoco aseguraba nada el hecho de que por más de cuarenta años
los vecinos de la colonia hubieran disfrutado los deliciosos productos de la
"Flor de Colima". Todo eso, decían algunos era sólo romanticismo.
Doña Flor presentía que tenía que hacer algo diferente,
pues aunque sus clientes hablaban maravillas del pan de “La flor de
Colima" empezó a notar que día tras día eran menos constantes,
principalmente aquellos que tenían que caminar muchas cuadras para llegar a la
panadería, y es que el ritmo de la nueva vida citadina cada vez permitía menos
esos pequeños gustos y, bueno, "después de todo el pan de la panadería de
la esquina no era tan malo" y, aun mus ", "parecía que cada día
sabía mejor". Claro, los clientes bien sabían que eso era sólo una
justificación para no tener que ir hasta “La Flor de Colima", pero, a final de cuentas,
funcionaba bastante bien.
Doña Flor intuía cuál era la razón de la disminución de
los clientes y desde hacía un buen tiempo rumiaba la idea de hacer entregas a
domicilio, principalmente de los deliciosos pasteles, cuya elaboración era
cuidadosamente supervisada por sus hijas. Pero no se decidía, pues no
encontraba la fórmula para hacerlo y cualquier idea rápidamente se esfumaba al
conjuro de los problemas que inmediatamente les asociaba.
Un hecho afortunado tuvo que ocurrir para que Doña Flor
acelerara sus inquietudes de hacer otras cosas que garantizaran la
sobrevivencia de su negocio. Juanita, la vecina de la cuadra, convenció a sus
compañeros de trabajo de comprar pasteles en “La Flor de Colima" para una
celebración de su empresa y, así, pidió a Doña Flor que le enviara los pasteles
a su trabajo.
A raíz de esto Doña Flor decidió promover sus pasteles
con servicio a domicilio y poco a poco empezó a tener una buena demanda, pues
era bien reconocida la calidad de sus productos y además estaban a la mano.
Desafortunadamente Doña Flor no contaba con un medio de
transporte propio, por lo que estaba contratando los servicios de Juan, un
taxista del sitio más cercano al que por suerte, le tocó entregar los pasteles
de Juanita. Prácticamente estaba haciendo, en promedio, tres entregas diarias y
naturalmente estaba muy contento con esta situación.
Quien no estaba contenta era Doña Flor, pues al hacer
cuentas después de la euforia inicial, descubrió que sus ganancias eran muy
pocas, pues casi todo se le iba en pagarle a Juan. Entonces le propuso hacer un
trato para que él entregara sus pedidos a una tarifa más reducida pero con la
garantía de tener trabajo constante y disponiendo todavía de mucho tiempo para
seguir prestando sus servicios como taxi normal.
Juan no aceptó el trato, pues decía que lo mismo le
costaba transportar a una persona que a un pastel y que, además, llevando
pasteles tenía más trabajo pues había necesidad de bajar de su carro para
entregar los pasteles y que a veces lo hacían esperar para pagarle y que todo esto
lo hacía perder mucho tiempo. En suma, dijo, tal vez para presionar a Doña
Flor, que no le convenía el trato en esas condiciones.
Afortunadamente Doña Flor ni se dejó presionar, ni se
desanimó. Ya había visto que la idea había funcionado, pero que tenía que
buscar mejores condiciones, pues no estaba dispuesta a dejar que otros se
comieran el pastel. Así que fue a buscar a Manuel, un amigo de sus hijas, que
trabajaba en un sitio más lejano, y le propuso el mismo trato que a Juan.
Manuel, un muchacho listo, inmediatamente vio que le
convenía, pues así aseguraría un ingreso constante, que podría crecer según la
demanda, y que tal vez sería suficiente para cubrir sus gastos, de modo que lo
demás sería "miel sobre hojuelas".
Acordaron tener una semana de prueba, pero al tercer día
tanto Manuel como Doña Flor estaban convencidos de que era un buen negocio para
ambos.
El negocio cada vez va mejor y ya Manuel y Doña Flor
están ahorrando sus ganancias para hacer realidad una idea de Manuel; comprar,
poco a poco, motocicletas que ayudarán a hacer más cortos los tiempos de
entrega y a menor costo.
Manuel ahora casi no tiene "tiempos muertos" en su taxi. Y Doña Flor está muy contenta de haber hecho trato con
Manuel, pues no sólo hizo posible su
vieja idea, sino también, porque a él se le ocurren nuevas ideas que la benefician.
Y mientras la levadura se esponja y el negocio prospera,
Manuel empieza a acuñar una nueva idea: la de llamarle "suegra" a
Doña Flor.
Para Recordar
Lo que se ha visto
en el caso de Doña Flor y la "La Flor de Colima", es algo muy
cotidiano y sencillo, y las enseñanzas parecen muy elementales. Sin embargo, a
veces lo más elemental es lo que más fácilmente se descuida.
Por ello, conviene tener siempre presente que. . .
*La mayoría de los problemas
tienen solución con un poco de imaginación y creatividad.
*Un buen recurso para lograr
competitividad es la conjunción de voluntades y de esfuerzos.
*Una buena sociedad es aquella que produce beneficios para todas las partes interesadas.
*Una buena
"sociedad", brinda mejores posibilidades porque se suman recursos y
habilidades, se generan nuevas ideas, se estimulan nuevas acciones, se
fortalecen los ánimos, etc.
Para
Reflexión
Seguramente ha escuchado usted muchas veces el famoso
refrán que reza: “La unión hace la fuerza", y seguramente estará
convencido de la gran realidad que encierra. Pero ¿Cuántas veces lo ha aplicado
en su propio negocio? o ¿Piensa que se aplica a otras cosas pero no a los negocios?
Lo invitamos a reflexionar acerca de la forma práctica en
que los conceptos revisados pueden aplicarse a su propio caso.
1.- ¿Tiene usted algunas ideas que le ayudarían a mejorar
la situación de su negocio, pero que no lleva a cabo? ¿Cuáles?
2.- ¿Por qué no lleva a cabo dichas
ideas? ¿Piensa que para realizar algunas de esas ideas no tiene los recursos
suficientes?
3.- ¿Ha pensado en recurrir a otras personas para llevar
a cabo proyectos o negocios que usted solo no podría llevar a cabo? ¿Lo ha
hecho? ¿Cuál ha sido su experiencia?
4.- ¿Qué dificultades o problemas encuentra para
"asociarse" con otras personas?
5.- ¿Hay algunos aspectos de su negocio actual que
podrían mejorarse si conjuntara esfuerzos con otros empresarios? ¿Cuáles?
6.- ¿Estaría dispuesto a intentar alguna forma de asociación con alguien que considerara como
una ayuda para su negocio? ¿Bajo qué condiciones?
7.- Sinceramente, ¿Con quién se identifica más en el caso
expuesto, con Juan o con Manuel? ¿Por qué?
me parece muy buena idea esta parte del blog atte nelson
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